La economía boliviana parece estar en piloto automático, justo cuando más necesita un timonel. Para el economista Gabriel Espinoza, el mayor problema del país —la crisis económica— ha sido desplazado por una contienda política que ha invadido hasta los discursos técnicos. “La política ha tapado la economía, a pesar de que hoy es el principal problema de las familias bolivianas”, lanza con tono directo.
Mientras los reflectores están sobre las alianzas y las candidaturas, el tipo de cambio paralelo bordea los Bs 16, los productos básicos siguen en alza, y la inflación ya no es una amenaza, sino una realidad persistente. “El arroz, el pan, la carne, el aceite… los precios siguen subiendo y ya no van a bajar”, advierte Espinoza, con una certeza que duele. Y no es solo percepción: el Banco Central tiene menos oro físico que antes, pero lo presenta como una buena noticia porque su valor internacional ha subido. “Eso es un incremento contable. No significa que tengamos más dólares”, sentencia.
Reservas: un espejismo
Una de las postales que más indignación le causa al economista es la celebración oficial por el leve repunte de las reservas internacionales. “Hace diez años teníamos 15.000 millones de dólares. Hoy celebramos 200 millones más… por contabilidad”, critica. El Banco Central, explica, ha comprado más oro, sí, pero en bolivianos, inyectando más moneda local a un mercado ya tensionado.
La consecuencia es doble: la cifra presentada no refleja una mejora real de liquidez, y además alimenta expectativas falsas. “La politización de las cifras hace poco creíbles incluso los anuncios que podrían ser positivos”, asegura.
Arce: ¿presidente o candidato?
Espinoza no duda al relacionar el deterioro económico con la figura del presidente Luis Arce y su ambición electoral. “Si el presidente quiere ser candidato, apuntará a las percepciones. Torturará las cifras para mostrar una imagen mejor de la que en realidad tenemos”. En cambio, si Arce decide bajarse de la contienda, “podría dejar de intervenir tanto, y eso, paradójicamente, sería bueno para la economía”, sugiere.
Sus ejemplos son concretos: bloqueo a exportaciones de carne, control de la cadena lechera, compras de criptomonedas desde el Estado. “El solo hecho de no hacer más daño podría traer cierta estabilización”, plantea.
Precios que no bajarán
Abril fue, según el INE, el mes “menos inflacionario” del año. Espinoza, sin embargo, replica con ironía. “Es cierto, pero aún así la inflación fue del 15% comparada con abril de 2023. Decir que bajó es temerario”, dispara. Y anticipa: durante los próximos meses, el país seguirá atrapado en una inflación de dos dígitos, rondando el 16 o 17% interanual.
Una parte de esa inflación viene del sinceramiento de precios. Los productores ya no pueden absorber los costos del dólar alto. “Lo venían haciendo desde el año pasado, pero llegó un momento en que era insostenible. Ahora están trasladando ese costo al consumidor, y eso recién comienza”, explica.
Ejemplifica con el arroz: su precio subió 60% en un año, pero el dólar paralelo se ha duplicado. “Todavía hay un largo camino para sincerar todos los costos”, afirma. Y lo resume en una imagen contundente: “Hoy, producir en Bolivia es cada vez más difícil. Y a estos precios, incluso conviene más sacar productos al exterior que venderlos aquí”.
Trimestre volátil y con riesgo
Los meses previos a una elección siempre son complejos. Pero esta vez, dice Espinoza, el contexto es diferente. En 2019, antes de las elecciones, se perdieron 3.000 millones de dólares en reservas. En 2020, otros 1.500 millones. Hoy, con menos margen, cualquier movimiento puede amplificarse. “Podríamos ver saltos abruptos en el tipo de cambio, colas en gasolineras o desabastecimiento”, advierte.
La conflictividad también preocupa. “Estamos viendo mayor agresividad de contrabandistas, avasallamientos, tensión social. El oficialismo no tiene una sola candidatura, y eso agrava el clima”, señala. Y a medida que el dólar sube, los costos de producción —altamente dependientes de insumos importados— también lo hacen. El campo no tiene combustible suficiente, y ni siquiera una buena cosecha de soya podrá ser aprovechada del todo.
Economía y campaña
Lo que más inquieta a Espinoza no es solo el presente, sino el rumbo: “Hoy la economía está sola. Las decisiones son políticas, no técnicas”. En un país con inflación crónica, escasez de dólares, y una moneda que pierde valor en la calle, la narrativa electoral ha eclipsado la urgencia económica. La economía, insiste, no se arregla con discursos ni con cifras maquilladas.
“El dólar va a seguir subiendo. Los precios también. Y el Gobierno responde con estadísticas creativas. La economía no miente, pero sí puede ser ignorada. Y eso, en Bolivia, ya está ocurriendo”.
El riesgo, según Espinoza, no es solo el corto plazo. “Vamos a llegar a la elección con una economía más frágil, con menos reservas y con mayor desconfianza en las instituciones”, advierte. Esa fragilidad podría condicionar al próximo gobierno desde el primer día, reduciendo su margen de maniobra ante una población que ya no tolera promesas vacías ni ajustes sin explicación.
En ese contexto, insiste, el mayor peligro no es el dólar caro ni la inflación alta, sino la negación del problema. “Lo peor que podemos hacer es seguir actuando como si nada pasara. La economía ya está dando señales de alerta. Lo que no sabemos es quién las va a escuchar y, sobre todo, si van a hacer algo al respecto”.