Exigente, astuta, equilibrada y con un gran don de gente, hasta el último día. Mónica Salvatierra, Jefa de Redacción de EL DEBER, se despidió este miércoles, el último de abril, ante los miembros de su equipo: la redacción.
Lágrimas y sonrisas se entremezclaron, era inevitable. No son pocos 13 años en esta casa periodística, en los que su liderazgo fue indiscutible y su buena conducción repercutió dentro y fuera de las paredes de la redacción.
Fueron largas las jornadas en charlas de confrontación de ideas, en las que cada uno de los periodistas presentó los hechos, objetó hipótesis y enriqueció posturas. Todos fueron libres de pensar, opinar y de defender su reportería. Ese es el legado de Mónica Salvatierra.
“Gracias por apoyarme en las iniciativas y en las rebeldías”
Han sido 13 años desafiantes. En ellos hubo muchos retos que fueron presentándose, uno tras otro. El primero, la certeza de la disrupción tecnológica del periodismo. Estábamos muy entusiasmados con la posibilidad de hacer productos audiovisuales y nos fue muy bien. Llegó el paro de los 21 días y respondimos a la altura.
Estábamos en el proceso de aprendizaje para lograr la transformación digital y llegó la pandemia. Uno de los días más significativos fue cuando nos fuimos a trabajar desde la casa sin saber cuándo íbamos a volver. Entonces esa transformación se impuso y hubo un acelerado cambio en la forma de trabajar, siempre con convicción, con el reto de servir a la sociedad.
Después llegó la crisis económica y en EL DEBER hubo un latigazo de realidad que la redacción y la empresa en general soportaron de manera estoica.
Ha sido un camino difícil para todo el equipo y aquí resalto que la redacción estuvo firme en la trinchera, sabiendo que hacer periodismo y dar información de calidad era lo más importante, aún a costa de sacrificios personales, que siempre valieron la pena cuando veíamos que lo que hacíamos lograba provocar cambios para bien en la sociedad.
En cada crisis social, política y económica EL DEBER responde a sus audiencias y por eso la marca tiene la confianza de la gente, esa que no es ni más ni menos que el reflejo del trabajo de cada periodista y cada miembro del equipo que lo hace posible.
Han sido casi 13 años bien vividos y yo me voy con un profundo agradecimiento. Con la familia Rivero por confiar en mí y apoyar las iniciativas y también las rebeldías. A la redacción porque es un equipo comprometido, siempre dispuesto a darlo todo y a aprender para hacer mejor lo que ama hacer: el periodismo. A Dios porque nos pone donde debemos estar y donde podemos aportar. Agradezco las luces y las sombras, porque todo lo vivido aporta a lo que somos en este momento.
Sé que vienen momentos de más transformación y también sé que los valores del buen periodismo se quedan en la esencia de EL DEBER. Sé que el camino abierto implica mucha responsabilidad y estoy segura de que quienes quedan en la empresa están a la altura de ese gran desafío que no es más que un aporte esencial a la democracia y a la libertad.
“Es y será parte de EL DEBER”
Como dijo el presidente del directorio del grupo EL DEBER, Juan Carlos Rivero, el nexo de Mónica con la marca sigue firme, ella continuará con su programa radial de las mañanas de los sábados en ¡Qué Semana! También ponderó no sólo su calidad profesional y periodística, sino también su calidad humana.
Mientras que Para la editora de la web, Beatriz Ávalos, “Mónica es una persona comprometida con el buen periodismo. En ella la mediocridad no tiene cabida. Sensible con las necesidades de la gente, cuestionadora siempre del poder. Es toda una luchadora. «Con ella aprendí a remar en aguas turbulentas y a no perder la fe y la esperanza”.
Para César Del Castillo, Jefe de Informaciones, Mónica es “ejemplo de resiliencia profesional y lealtad al oficio. Deja un ejemplo de trabajo y dedicación y, ante todo, sabiduría y amistad. No la vamos a extrañar porque sabemos que es y será siempre parte del de EL DEBER”.
