May 2, 2025 @ 16:30
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La visita del papa Francisco a Bolivia renovó la fe de miles de bolivianos. Durante los tres días que estuvo, del 8 al  10 de julio de 2015, el país se volcó con el pontífice. Su paso y su mensaje dejaron una profunda huella en la comunidad católica y en la sociedad en general.

La tarde del miércoles 8 de julio, una fría brisa azotaba el altiplano. Aún así, la explanada del aeropuerto internacional de El Alto estaba abarrotada de gente que aguardaba la llegada del Papa. Francisco había elegido a Bolivia como el segundo país en su visita apostólica a Sudamérica. Llegaba desde Ecuador para atender a una invitación que le realizó el entonces presidente, Evo Morales, en octubre de 2014. 

“Bienvenido hermano Francisco. Estamos muy felices porque has venido a visitarnos a nuestra casa con tu mensaje de fe, esperanza y libertad”, afirmaba Morales en la recepción organizada en el mismo aeropuerto. El mandatario agradecía la llegada del “papa de los pobres”.

Las primeras palabras de Jorge Bergoglio, nada más pisar suelo boliviano, resaltaron el compromiso como cabeza de la Iglesia en favor de los pobres. “Como huésped y peregrino, vengo para confirmar la fe de los creyentes en Cristo resucitado, para que cuantos creemos en Él, mientras peregrinamos en esta vida, seamos testigos de su amor (…) y colaboremos en la construcción de una sociedad más justa y solidaria”.

Bolivia recibió a Francisco con un espíritu festivo y alegre. En el aeropuerto, se mostró tanto su diversidad cultural como su unidad en torno a la fe. En su recorrido desde El Alto hasta la sede de gobierno se sentía el apoyo y respaldo de una población que acompaña el paso del pontífice.

La agenda de su presencia en Bolivia se organizó de manera meticulosa y se dispuso un primer acto público muy singular. Antes de asistir a la recepción oficial en el palacio de Gobierno, Francisco se detuvo en la plaza Luis Espinal para recordar “a nuestro hermano víctima de intereses que no querían que se luchara por la libertad de Bolivia”. 

Esa misma noche, después de ser recibido por Evo Morales y de un breve encuentro con autoridades civiles en la catedral de La Paz, viajó a Santa Cruz de la Sierra.  

En Santa Cruz

Francisco se alojó en la casa del Cardenal Julio Terrazas, en esos días internado en una clínica de la ciudad. Llegó indispuesto por la altura y la presión arterial, pero saludó a todas las personas de la casa. También manifestó que si el cardenal no desayunaba con él, iría a buscarlo a la clínica. Y así lo hizo a primera hora del jueves 9 de julio. 

Horas después presidió su única eucaristía pública en Bolivia. Miles y miles de creyentes aguardaban  ante el altar papal en la rotonda del segundo anillo y Cristo Redentor. Volvió a hablar de la familia y del papel de la mujer en la sociedad

“Me conmuevo cuando veo a muchas madres cargando a sus hijos en las espaldas, como lo hacen aquí tantas de ustedes, llevando sobre sí la vida y el futuro de su gente. Llevando sus motivos de alegría, sus esperanzas. Pero también cargando sobre sus hombros desilusiones, tristezas y amarguras, la injusticia que parece no detenerse y las cicatrices de una justicia no realizada. Ustedes llevan sobre sí la memoria de su pueblo. Y no son pocas las veces que experimentamos el cansancio de este camino. No son pocas las veces que faltan las fuerzas para mantener viva la esperanza”,  señaló durante la homilía.

En la tarde, Francisco sostuvo dos encuentros. El primero con los sacerdotes, seminaristas y religiosos se llevó a cabo en el coliseo del colegio Don Bosco.

Más tarde, en Fexpocruz compartió con los asistentes al II encuentro mundial de Movimientos Populares. El ambiente era radicalmente distinto al encuentro con la curia. Aquí, se veía a un papa más revolucionario. Así lo detallaba la crónica elaborada por  EL DEBER.

“Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: “proceso de cambio”. El cambio concebido no como algo que un día llegará porque se impuso tal o cual opción política o porque se instauró tal o cual estructura social. Hay que cambiar el corazón”, explicó un papa que se mostraba revolucionario. 

“Un hombre perdonado”

Francisco eligió estar en Palmasola antes de continuar su viaje a Paraguay, junto a los privados de libertad. Acompañado de Monseñor Sergio Gualberti acudió al centro de rehabilitación Palmasola. Más que hablar, el papa escuchó a los reclusos  y a sus familiares en su clamor por la justicia.

Las palabras de un niño, dirigidas al papa Francisco, pero, a su vez, a todo un país,  conmovieron a más de uno. Milan, el hijo de Zvonko Matkovic, le pedía al pontífice ya que “sos más amigo de Dios” ayuda “para que mi papá vuelva a casa”. La estremecedora carta era uno de los muchos pedidos de justicia que le llegaron. 

“No podía dejar Bolivia sin venir a verlos, sin dejar de compartir la fe y la esperanza que nace del amor entregado en la cruz. Gracias por recibirme”. Con sus primeras palabras logró que los más de 5.000 privados de libertad presentes irrumpieran en un sonoro aplauso. “Ante ustedes, un hombre perdonado”, se presentó.



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