Jul 18, 2025 @ 21:52
Bandera superior


En el corazón de la Amazonía boliviana, donde confluyen los ríos Beni y Madre de Dios, Riberalta emerge como una ciudad llena de contrastes. Aquí, bajo un sol abrasador o entre lluvias implacables, conviven la belleza natural, la riqueza de la castaña y la memoria viva del poeta Pedro Shimose, orgullo literario nacional. Pero también aquí, la fiebre, el zancudo y el abandono estatal se hacen carne en cada casa, en cada barrio.

Cuna del “poeta del exilio interior”, Riberalta conserva su identidad entre casonas de madera, mercados con olor a fruta fresca y cooperativas donde la castaña se transforma en sustento para miles de familias. Sin embargo, esta pujanza económica no alcanza para contrarrestar los impactos devastadores del cambio climático ni las deficiencias estructurales de su sistema de salud. El calor extremo, las lluvias desbordadas y la sequía alternante han generado un entorno perfecto para la proliferación de enfermedades como la malaria, el dengue y el paludismo.

Una crisis en expansión

El Dr. Mario Ramallo, coordinador de la red de salud 07 de Riberalta, no duda en señalar la raíz del problema: “La deforestación descontrolada, la tala de madera fina y ahora de palmito, ha expulsado a los vectores de su hábitat. Hoy tenemos nuevos tipos de mosquito, más agresivos, y no estamos preparados”.

En efecto, según datos del Ministerio de Salud y la Organización Panamericana de la Salud, en los tres primeros meses de 2025 se registraron 1.135 casos positivos de malaria en Riberalta, con presencia del peligroso Plasmodium falciparum, la variante más letal. A esto se suman los brotes de dengue, parasitosis intestinales y leishmaniasis, que afectan especialmente a menores de 9 años.

La presidenta del barrio San Sebastián, Graciela Paredes, observa el deterioro con preocupación: “La gente se enferma de paludismo todo el tiempo. Y en época seca, la tierra y la tos hacen que las familias sufran aún más”.

Voces desde los barrios

Miguel Ángel Fariñás, dirigente del barrio Cosomusa, describe un panorama desolador: “La proliferación de mosquitos ha aumentado. No hay campañas de prevención, y las norias están secas por la sequía. Eso ha traído microbios que afectan la piel, además de la malaria”. Fariñás también denuncia la falta de respuesta institucional: “El municipio no tiene empatía ni capacidad de gestión. Como comunidad, nos toca tocar puertas a las ONG para buscar ayuda”.

La situación económica del municipio también es crítica. “No alcanza el presupuesto, ni siquiera para equipar bien los centros de salud. Se trabaja con lo que se puede”, afirma el Dr. Ramallo. Centros sin personal suficiente, sin insumos básicos y sin condiciones mínimas de infraestructura son la norma en una ciudad donde las enfermedades no dan tregua.

Una esperanza

Ante la ausencia del Estado, organizaciones como World Vision y la Agencia de Cooperación Internacional de Corea (KOICA) han intervenido con el Proyecto VIDA, una iniciativa que busca fortalecer el sistema sanitario local frente al cambio climático. El proyecto beneficiará a 47.000 personas en Riberalta y Guayaramerín, e incluye clínicas móviles, digitalización de sistemas, laboratorios para diagnóstico rápido, sistemas de alerta temprana y capacitación en salud climática.

“Es una bendición de Dios”, dice Fariñas, agradeciendo la llegada del proyecto a su comunidad. “Aquí no se trata de política, se trata de salvar vidas. Y si hay voluntad, se puede”.

En las escuelas de Riberalta aún se recitan los versos de Pedro Shimose. En los patios, los niños juegan bajo la sombra de los árboles, pero cada zumbido puede significar fiebre. La paradoja es brutal: una ciudad con recursos naturales, identidad cultural y una economía en movimiento sigue siendo rehén de un sistema de salud precario y desatendido.

El futuro de Riberalta depende de su resiliencia, sí, pero también de decisiones políticas urgentes. Porque, si bien la castaña da trabajo y la poesía da alma, la salud debe ser garantía. Urge dotar al municipio de infraestructura sanitaria adecuada, medicamentos, personal capacitado y programas de prevención sostenibles. Urge, también, cumplir con el derecho a una vida digna para las miles de familias que resisten, a pesar de todo, en la Amazonía boliviana.

Riberalta no puede seguir siendo la ciudad del olvido. Merece ser, como en los versos de Shimose, “la casa común de la esperanza”.

Clima que enferma

En Riberalta, las lluvias intensas, la deforestación y la sequía prolongada han creado el ambiente perfecto para la proliferación de vectores como el mosquito transmisor de malaria y dengue,

Sin médicos ni medicinas

El sistema de salud en Riberalta está colapsado. Faltan insumos básicos, personal capacitado y condiciones de infraestructura adecuadas. Centros de salud precarios intentan contener brotes crecientes de enfermedades tropicales. 

 



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